El papanatismo obámico alcanza niveles cósmicos, galácticos, supraterrenales, ultrasónicos, celestes, estelares, paranormales. Una vez que el diosnobel de la Guerra ha declinado tomarse unas cañas en la Moncloa, la conjunción planetaria prometida ha menguado en su prosaica faceta terrenal y ha mutado en visiones compartidas que nos teletransportan al más allá, al pantanoso e incierto mundo de lo sobrenatural, donde los fantasmas adquieren corporeidad y nada es tangible, todo es ectoplasmático.
Cuando se despiertan los muertos vivientes e invocan al Gran Maître, al Baron Samedi, a la Maman Brigitte clamando por un sucesor que nos libre del purgatorio terrenal, sólo el recurso a lo intangible, al misterio, puede salvar a los jóvenes y jóvenas que nos gobiernan de su expulsión del paraíso.
Alguien debía decirle a Leire que se calle, por favor.
Por cierto, ¿alguien se acuerda todavía, en el país de los 4 millones de parados, de que hay un país llamado Haití?
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